¿Cómo funciona un grupo de apoyo tras el divorcio?

Un poco de historia

Hasta hace relativamente muy poco tiempo, los especialistas en los temas relacionados con la pareja mantenían puntos de vista diversos y hasta antinómicos con respecto al divorcio: algunos lo consideraban como un suceso altamente traumático que incluso podría derivar en patología psicológica en al menos uno de los dos integrantes de la pareja destruída.

La aspiración de que el núcleo familiar debería mantenerse compacto y unido para siempre constituía un leit motiv de la pareja en su propósito de lograr un desarrollo adecuado en los hijos, mucho más cuando muchísimos investigadores -allá por la década de los 70- incidieron en demostrar los múltiples problemas que presentaban los niños provenientes de hogares deshechos.

Simultáneamente, y en contraposición con la anterior perspectiva pesimista del problema, existía otra versión alternativa -desarrollada esencialmente entre las décadas de los 80 y 90- que presentaba el divorcio como un derecho inalienable, a la vez que como una eficaz solución para dar por finalizada una relación conflictiva, con todos los inconvenientes que la misma acarreaba.

Esta corriente de opinión alentaba y fundamentaba también el discurso de investigadores sociales que postulaban justificadamente que era mucho más perjudicial, tanto para los niños como el grupo familiar en su conjunto, convivir en un infierno de disputas y conflictos cotidianos e interminables y que trataban de demostrar que, cuanto más tiempo pasara un individuo en semejante y disfuncional contexto, más daños iba a sufrir y más conflictiva podría ser su vida futura.

Estas dos versiones han confluido, en la época actual, en una más ecléctica y moderada que aglutina a ambas: consiste en asumir que el divorcio es una transición crítica en las familias, plagada de circunstancias desestabilizadoras, que converge y desemboca en un sistema familiar de «diferente» estabilidad. Esta nueva versión, menos descorazonadora que la inicial y que matiza a la segunda, construye nuevas creencias y contempla nuevos valores de los individuos implicados, al no ser considerados como sujetos patológicos en relación con el contexto social circundante, facilitando que ellos mismos no se observen como enfermos.

El divorcio o la separación, bajo esta nueva óptica, puede analizarse como una crisis temporal que implica necesariamente cambios y ajustes sustanciales por parte de cada uno de los integrantes del núcleo familiar, pero estos cambios pueden favorecer una metamorfosis positiva y no necesariamente un trauma perenne.

Unidos por la hipoteca

¿Qué pasa en un sistema familiar en el que una pareja se ve obligada a permanecer unida?

Cuando los problemas conyugales se presentan de forma permanente y no episódica, la pareja inicia un lento pero firme proceso de deterioro en el que el divorcio constituye únicamente la etapa final en este largo proceso de disolución y ruptura matrimonial. Sin embargo, en ocasiones, al no poder permitirse esta opción debido a que alguno de los miembros de la pareja está en paro, hay que hacerle frente a una hipoteca, se tienen hijos en edad escolar (con los gastos que ello supone), etc., todo el conjunto familiar se encuentra en una encrucijada muy compleja de la que resulta complicado evadirse.

A medida que, parece, vamos poco a poco superando la crisis, se viene operando un cambio de tendencia y ya las parejas sumidas en este tipo de conflictos se plantean dar el paso del divorcio, pudiéndose observar, en los casos en los que se hace efectivo, que su impacto inicial es tan intenso en los hombres como lo es en las mujeres: Sin embargo, sucede que las formas de afrontarlo son diferentes.

La experiencia que deriva de nuestra práctica grupal en el Coaching Club nos indica claramente que las mujeres divorciadas precisan de apoyo en áreas eminentemente prácticas, como puedan ser la planificación económica o profesional, así como para enfrentarse al mundo exterior y poder reconstruir relaciones sociales y afectivas.

Los hombres, por el contrario, cuando solicitan ayuda terapéutica profesional persiguen superar el choque emocional (sobre todo el sentimiento de soledad) y resolver los problemas relacionados con el desarrollo de la paternidad, no siempre ejercida en plenitud y en total responsabilidad hasta el instante del divorcio.

No hay que obviar el hecho de que, tanto para las mujeres como para los hombres, el divorcio no es más que el colofón y el corolario de factores estresantes de muy acusada consideración. Los cambios de etapa vital pueden ser considerados como ciclos naturales de la existencia y muchas veces requieren de una adecuada gestión emocional para poder afrontarlos de la forma más óptima.

Grupos de apoyo

Una modalidad que está en auge en estos momentos es la de participar en los denominados grupos de apoyo, que posibilitan volver a reencontrarse con la vida, crear nuevas perspectivas, socializar, aprender a gestionar el tiempo y el espacio individual, cuestión esta nada sencilla para aquellas personas que han estado muchísimos años casados. Confluyen en los primeros meses de divorcio, y colisionan muchas veces, de un lado la sensación agradable de libertad y, de otro, el sentimiento de soledad y de vulnerabilidad y hay que tratar de compatibilizar ambos aspectos del nuevo recorrido vital.

Se trata de hallar y/o construir un espacio para conquistar nuevas metas, aprender y compartir las experiencias (más comunes de lo que los implicados imaginan) apoyándose decididamente en el grupo conformado. Esta fórmula permite enfrentar situaciones complicadas en un clima de seguridad derivado de la compartición de experiencias, sintiendo la compañía reparadora de otras personas afines, por similitud de problemas, y de un equipo de profesionales a su disposición.

¿Qué aporta un grupo?

Las funcionalidades y ventajas que el grupo aporta a sus componentes resultan tan notorias como fundamentales. Las técnicas grupales que desarrollamos en Coaching Club son una idónea manera de acercamiento al mundo interior y a las potencialidades personales larvadas o no desarrolladas, ya que está empíricamente comprobado que este tipo de experiencias fortalece nuestra capacidad de vincularnos sanamente con el entorno y de conocernos a nosotros mismos.

Trabajamos y operamos con nuestros clientes en varios niveles, tales como el pensamiento, el cuerpo y las emociones, ampliando de esta manera las posibilidades de superación y de crecimiento personal, advirtiéndose cambios y mejoras sustanciales apenas en el lapso de un semestre, ya que este tipo de sesiones grupales ayuda a establecer nuevas relaciones interpersonales, incrementa la autoestima, mejora la gestión emocional y avanza en la vinculación con los hijos y con el entorno laboral.

En los grupos, a través de dinámicas de juegos y de distintas técnicas de desarrollo, se toma conciencia de que, imperceptiblemente, todos mantenemos un diálogo interior con nosotros mismos que puede provocar estrés, depresión u otros trastornos emocionales si no se gestiona adecuadamente y que ese tipo de pensamientos, además de las justificaciones que uno mismo se argumente ante lo sucedido, pueden alternativamente incrementar o disminuir la ansiedad, el rencor, la tristeza, etc.

La experiencia positiva de compartir ese proceso y ese diálogo interior posibilita que la persona pueda modificarlo a su favor y contribuir de manera más eficiente a su restablecimiento y a su valoración personal. De esta forma de un proceso doloroso como es el divorcio se convierte en una experiencia de aprendizaje compartido.

Veronica Rodriguez
Directora del Coaching Club. Experta en Coaching.