3 creencias que te impiden alcanzar la felicidad

Son tan frecuentes y comunes que casi seguramente las tendrás tu también.

Todo apunta a que en esta época que no ha tocado vivir, el ser humano ha asumido que la felicidad tiene que ser el propósito existencial más buscado y perseguido.

¿No será la búsqueda de la felicidad una forma de permanecer en la superficie y no afrontar el real problema de la existencia humana que es el sufrimiento?

¿No será entonces hora de mirar de frente a lo que más tememos y afrontarlo y resolverlo en lugar de ir buscando por ahí otra cosa y distraernos de lo que verdaderamente nos aflige?

La búsqueda de la felicidad se ha convertido para muchos en una manera de distraerse y entretenerse de sus verdaderos problemas, de no verlos y afrontarlos de una vez: la felicidad se ha convertido para muchos en una forma de huir del sufrimiento sin afrontarlo y, cuanto menos, resolverlo.

Y todo esto es debido a que llevamos asociado a nuestro sistema de creencias, tres pautas de pensamientos que hemos adquirido de manera automática por vivir en la sociedad y cultura en la que estamos, sin cuestionarnos las consecuencias negativas que puede tener en cuanto a boicotear nuestras posibilidades de ser felices.

Y la tres creencias son las siguientes:

1. Hay que buscar la felicidad. La Felicidad consiste en una recompensa que una persona puede encontrar como consecuencia de buscarla y perseguirla: si lo haremos bien, entonces la encontraremos: por tanto, hay que buscarla.

2. Existe un camino a la felicidad: una receta, un método que nos permitirá lograr ser felices.

3. Sumando sensaciones y emociones positivas, seremos felices: la Felicidad es la consecuencia enlazar estados de ánimo positivos como la alegría, el optimismo y el entusiasmo.

Veamos las creencias por partes:

Creencia 1: Hay que buscar la felicidad

La creencia de considerar la felicidad como una recompensa irremediablemente no hace más que incrementar nuestro deseo de encontrarla. Y ese deseo será la máxima expresión de que no la tenemos. Esto lanza un mensaje subliminal muy destructivo a la mente: si la hemos de encontrar, entonces no la tenemos.

Resumido a la esencia, la búsqueda de felicidad nos llevará a ser más conscientes de que no estamos siendo felices. Conclusión contundente para nuestras emociones subconscientes.

Creencia 2: Existe un camino que nos lleva a la felicidad

Es la receta para la felicidad. Este aspecto también nos llevará al fracaso y al malestar: porque no hay recetas ni prescripciones para la felicidad. No existe una felicidad universal que valga igual para todos. Ser felices prescinde de resultados, prescinde de ser una consecuencia al final de un camino.

Cada cual tiene sus valores y principios, y vivir con arreglo y congruencia con esos valores es lo que más reconcilia a su naturaleza. Hay personas que necesitan quejarse para ser felices. La felicidad no se encuentra al final de un proceso, sino que es una actitud.

La felicidad no es un premio que una persona o entidad nos otorgue por haber hecho bien las cosas. No proviene de fuera de nosotros, sino de nuestro propio sistema de recompensas. Dependiendo de cómo lo programemos, entonces actuará. Por tanto la felicidad consiste en la programación, es decir en el principio y en los principios, y no en los fines y finales de un camino.

Depender de factores ajenos como las circunstancias o de otras personas para hacernos felices, incrementará nuestra sensación de no tener el control de nuestras vidas. Ya que nuestras emociones por muy buenas y positivas en un momento dado, serán siempre reactivas. Y la fuente a la que reaccionan, si es ajena a nuestro control, puede cambie hacia direcciones inesperadas e indeseadas, lo cual provocará una reacción negativa en nosotros. Igual que no puede llover siempre, uno no gana la lotería todos los días.

Que duda cabe que necesitamos emociones para sentirnos vivos: y la claves está en que hasta la más bonita y positiva, si no cambia, puede llevar al aburrimiento, o puede convertirse en tóxica si no sabemos gestionarla adecuadamente.

Creencia 3: Sumando sensaciones y emociones positivas, seremos felices

Y esto nos lleva a la tercera creencia: pensar que la felicidad consiste en la suma de sensaciones y emociones positivas, nos lleva irremediablemente a juzgar y clasificar si lo que vivimos está siendo bueno o malo para nosotros.

Esto nos aleja de la posibilidad de aceptar nuestra existencia como algo especial, importante, una oportunidad única para que nosotros lo aprovechemos de alguna manera. Juzgar las cosas como positivas o negativas nos lleva a rechazar las experiencias negativas a favor de aquellas positivas. Lo cual nos lleva a rechazar el sufrimiento y perseguir lo que pensamos que nos proporcionará entusiasmo o alegría.

Así acabamos por no querer ver y afrontar lo que juzgamos como negativo y, habiéndolo convertido en basura mental, no haremos mucho para resolverlo y afrontarlo de una vez. Correremos el peligro de que cada problema que rechacemos afrontar, junto con la basura mental que lo acompaña, se presente una y otra vez en nuestra vida con mayor o menor frecuencia. Es lo que solemos decir con la frase “tropezar contra la misma piedra”. La vida nos re-propondrá esa piedra X veces mientras no la afrontemos de una vez.

Pensar que hay que estar alegres y positivos para ser felices, nos instalará en el sufrimiento derivado del estrés por lograr cosas buenas, el estrés debido a la compulsión adictiva por lo bueno: no somos conscientes de que las sensaciones y emociones agradables son extremadamente efímeras, y volátiles. Terminado el efecto positivo de una emoción reactiva, trataremos de buscar inmediatamente otra fuente se recompensa, instalándonos en un automatismo adictivo que solo nos hará sentir peor mientras no encontremos esa emoción.

Es lo que llamamos adicción, las sensaciones y emociones positivas provocadas por la tolerancia y el acostumbrarse uno a lo cómodo: esto sucede cuando una persona se acostumbra a vivir ciertas situaciones hasta que el mismo repetirse de la rutina las convierte en algo normal, no tan extraordinario como inicialmente se veía. Dejan de ser emociones intensas y especiales: todo esto impulsa a la persona a buscar sensaciones cada vez más intensas para salir de esa normalidad que acaba de confundir nuevamente con la ausencia de felicidad.

Parece difícil ser felices mientras se tengan deseos incumplidos….

Pero aquí viene la gran pregunta: ¿Se puede vivir sin deseos? Evidentemente NO.

Al igual que es inevitable juzgar las experiencias como buenas o malas, del mismo modo es inevitable vivir sin tener uno deseos. Y el primero de todos los deseos es el de vivir, mantenerse y perpetuarse.

¿Entonces, si es imposible no tener deseos, estando al título de este post, será posible ser felices?

La cuestión no está tanto en la ausencia de deseos, sino en la ausencia de apego e identificación con esos deseos. Es evidente que tenemos que convivir con los deseos, del mismo modo en que es evidente que podemos darnos cuenta de ellos, relativizarlos y no aferrarnos a ellos como si fueran necesarios para alcanzar la felicidad.

Siempre que nos demos cuenta de que estamos experimentando un deseo, el aferrarse a él provocará malestar: lo importante en ese momento es volver al estado de ecuanimidad y des-identificarnos de ese deseo para no acabar “enganchados” con él.

Por tanto, por ausencia de deseo entiendo tener un “ego de bajo consumo”, centrado en el equilibrio y ecuanimidad como valores principales; superando la dualidad del juicio sobre “bueno” y “malo” asociados a las experiencias que vivimos; se trata más bien de encontrar la utilidad existencial a todo lo que nos ocurra para aprovecharlo, independientemente de cómo lo juzguemos.

Roberto Crobu
Psicólogo, Coach, Conferenciante y Escritor. Máster en Dirección de Recursos Humanos.