10 cosas que debes saber sobre la ansiedad

La ansiedad es uno de los problemas psicológicos más frecuentes en nuestra sociedad. Forma parte de la vida cotidiana de muchas personas y casi todos la hemos experimentado al menos de manera ocasional. Además, suele generar mucho sufrimiento e incapacidad en quienes la sufren, que muchas veces tienen dificultades para hacer frente a sus tareas diarias, concentrarse, disfrutar de los momentos de ocio, etc.

Por todos estos motivos, es importante tomar medidas para minimizar su impacto en nuestra calidad de vida. Y estas medidas deben comenzar por contar con información adecuada, ya que en este problema psicológico los mitos y la desinformación son habituales y forman parte del propio problema, que resulta mucho más fácil de manejar si sabemos a qué nos estamos enfrentando.

1. La ansiedad es una respuesta normal que todos experimentamos en algún momento

Es una reacción del organismo para prepararnos para hacer frente a una potencial amenaza o peligro. Esta respuesta nos permite reaccionar de manera automática y rápida ante situaciones imprevistas que ponen en peligro nuestra integridad o la de nuestros seres queridos, y nos prepara para huir o para luchar contra la amenaza.

Sin este mecanismo, los peligros nos tomarían por sorpresa y estaríamos menos preparados para afrontarlos. Por tanto, experimentar ansiedad en ciertas ocasiones es algo necesario. El problema surge cuando nuestra reacción es desmesurada en su intensidad o duración, cuando interpretamos como amenazantes situaciones que no lo son o cuando reaccionamos de manera poco constructiva ante esta ansiedad.

2. La ansiedad genera cambios físicos

La respuesta de ansiedad se describe en tres niveles: el cognitivo (pensamientos o imágenes que nos angustian o nos activan), el motor (por ejemplo, evitar o escapar de la situación ansiógena) y el fisiológico. Este último nivel se refiere a aquellos cambios que se producen en nuestro organismo para prepararnos para luchar o huir, y pueden variar de unas personas a otras.

Son típicas las taquicardias, la sudoración, los temblores, la tensión muscular, las molestias gastrointestinales, los dolores de cabeza, etc. Todos estos cambios tienen como finalidad facilitar que el organismo haga frente a la amenaza.

3. Estos cambios físicos no siempre son congruentes con los problemas de nuestra vida cotidiana

Como acabamos de ver, las personas con ansiedad suelen experimentar una serie de cambios físicos que las preparan para hacer frente a la amenaza. Estas reacciones tienen sentido cuando huir o luchar son las mejores opciones para salir airosos de la situación (p. ej., el aumento de la tasa cardíaca nos permitirá correr más rápido y la tensión muscular, combatir con más fuerza).

Así, por ejemplo, nos vendrá bien si alguien intenta agredirnos o si un coche se abalanza sobre nosotros. Sin embargo, a día de hoy la mayor parte de los problemas a los que nos enfrentamos requieren soluciones más sofisticadas como, por ejemplo, practicar nuestra asertividad, concentrarnos en una tarea que requiere atención, esperar a que sea el momento indicado para tener una conversación, pedir información.

En estos casos, la respuesta de ansiedad se vive con extrañeza, ya que incluso interfiere con aquello que tenemos que hacer. Por ejemplo, estar alerta no nos permite dormir para estar descansados en nuestra entrevista de trabajo o estar nerviosos nos impide analizar la información con calma. Esto es así porque se trata de un mecanismo evolutivo muy antiguo y automático, pero entenderlo nos ayudará a experimentarla con menos dramatismo.

4. La ansiedad no mata

La ansiedad genera reacciones físicas extrañas, intensas y duraderas. Si no sabemos interpretar correctamente estas sensaciones, es posible que nos asusten y que acabemos temiendo por nuestra salud e incluso por nuestra vida. Esto, lógicamente, provoca una ansiedad aún mayor, y así se genera un círculo vicioso del que es difícil escapar.

En cambio, si entendemos que estas reacciones físicas no son más que un mecanismo de seguridad de nuestro cuerpo para protegernos y defendernos, veremos que no tendría ningún sentido que fueran peligrosas. No se puede morir por ansiedad, si bien es importante acudir al médico para descartar cualquier problema físico que sí pueda afectar a nuestra salud e interactuar negativamente con la ansiedad.

5. El estrés mantenido en el tiempo sí es dañino

Acabamos de decir que la ansiedad no es peligrosa, pero también es cierto que si experimentamos continuamente niveles de activación muy altos, como si estuviéramos continuamente preparados para la batalla, esto sí acaba pasando una factura importante a nuestra salud. Por ello, cuando detectamos que la ansiedad o el estrés se mantienen en el tiempo es buen momento de buscar soluciones, ya sea cambiando la situación en que estamos inmersos o la forma de enfrentarnos a ella.

6. La respuesta de ansiedad se agota, si no la alimentamos

Nuestro organismo, con su gran capacidad de adaptación, dispone de un mecanismo de habituación. Este mecanismo permite que, si nos mantenemos en presencia del estímulo que ocasionó la ansiedad durante el tiempo suficiente, llegue un momento en que la ansiedad deje de aumentar y comience a disminuir hasta disiparse.

Este es un mecanismo fisiológico que siempre se produce a menos que interfiramos con él, por ejemplo, escapando de la situación ansiógena antes de habituarnos a ella (con lo que la próxima vez nos dará aún más miedo) o dando vueltas a todo lo que nos preocupa o nos asusta hasta aumentar, en nuestra cabeza, el tamaño de la amenaza.

7. La ansiedad es realmente desagradable e incapacitante para quien la sufre

Pese a que se trate de una respuesta natural del organismo, la ansiedad puede generar muchísimo malestar y preocupación a quien la sufre. Las personas que no han experimentado ansiedad a veces tienen dificultades para empatizar y comprender las dificultades de quien tiene ansiedad, ya que sus reacciones les resultan difíciles de entender. Sin embargo, es importante reconocer este problema como real y darle la importancia que tiene para poder ponerle solución.

8. La ansiedad no es una enfermedad

La ansiedad, cuando se experimenta de manera muy frecuente, intensa, duradera o incapacitante, puede suponer un problema importante para la persona, pero esto no la convierte en una enfermedad. No hay nada que funcione mal en nuestro organismo, sino que la solución pasa por aprender estrategias diferentes para lidiar con los acontecimientos de nuestro día a día.

Podemos aprender, por ejemplo, estrategias de relajación, buscar soluciones alternativas a nuestros problemas, aprender asertividad, modificar el contenido y la forma de nuestros pensamientos, etc. Como no es una enfermedad, cogerse la baja o recurrir a la medicación no son una solución al problema. Como mucho, pueden ser una medida temporal que luego deberá derivar en aprender aquellas estrategias psicológicas que nos permitan funcionar de otra manera a medio y largo plazo.

9. Muchas personas sufren más por las mañanas o al inicio de la semana

Precisamente por su función de prepararnos de cara al peligro, tiene sentido que los momentos en los que experimentemos más ansiedad sean aquellos en los que empezamos una etapa y anticipamos las dificultades. Esto hace que para muchas personas el peor momento sea por las mañanas (al prepararse para empezar el día), los domingos por la tarde (cuando se plantean el comienzo de la semana) o la vuelta de las vacaciones. No obstante, cada persona tiene unas circunstancias diferentes y, en consecuencia, una respuesta de ansiedad distinta.

10. Los problemas de ansiedad tienen solución

Con frecuencia este problema se concibe como algo crónico que nos acompañará toda la vida. Este punto de vista se ve confirmado por nuestro conocimiento de personas cercanas que llevan años sufriendo este problema. Parece que solo nos queda resignarnos a tomar medicación para toda la vida o a alejarnos de aquello que nos angustia.

Así, muchas personas renuncian a trabajar, a viajar, a conducir o a relacionarse socialmente ya que lo ven como metas inalcanzables. Sin embargo, a día de hoy existen tratamientos psicológicos eficaces para la ansiedad y, partiendo de un análisis individualizado de cada persona y situación, es posible buscar soluciones y aprender nuevas formas de funcionar más saludables, enriquecedoras y que generen menos sufrimiento.

Irene Fernández Pinto
Psicóloga sanitaria máster en Modificación de Conducta.