¿Estás transformando a tu pareja en un padre simbólico?

Imagina el siguiente escenario:

Un niño o niña que crece constantemente lidiando con el rechazo de sus padres, bien sea porque estos no se encuentran físicamente, o porque –a pesar de estar presentes- están enfrascados tanto en otros asuntos que no le dedican el tiempo suficiente en calidad; también puede ser que se trate de padres tóxicos a los que no les interesa el bienestar de su hijo e, incluso, que sean padres amorosos que en algún momento y sin querer, menospreciaron alguna cualidad o habilidad de su vástago.

Cualquiera que haya sido el escenario, termina creando lo mismo: una huella de carencia afectiva. ¿De qué se trata esto? A grandes rasgos, del recuerdo de un evento de rechazo en la vida de las personas y del particular sentimiento relacionado a éste, que a final de cuentas termina reviviéndose con él. Y en especial, cuando somos aún niños, necesitamos encontrar formas urgentes de combatir contra el rechazo de nuestros padres para sobrevivir psíquicamente.

La paradoja de la batalla

Sin embargo e independientemente de las estrategias que desarrollemos para pelear contra ese monstruo llamado rechazo parental, parece que nunca terminamos por ganar esa guerra. Por ejemplo, algunos niños son inmisericordes con respecto a la idea de triunfo en su desempeño escolar, en la relación con sus hermanos o en sus propias actividades de recreación, con una única consigna: la aceptación paterna.

Pero es aquí en donde nace una paradoja, porque mientras más esfuerzos hacen en esa lucha, parece que más lejos están de ganarla y peor aún, en lugar de intentar algo distinto, sus esfuerzos (que han probado ser ineficientes) se realizan con más empeño que antes, lo que eventualmente termina llevándolos a la frustración.

Cuando esos niños crecen, por lo regular se embarcan en relaciones poco sanas o convenientes, en donde prevalece el rechazo en alguna forma y que les acarrea sufrimiento.  Pero en realidad lo que estas personas están padeciendo no es el rechazo de su pareja actual, sino que están reviviendo viejas heridas infantiles, producto de la ignorancia paterna.

Entonces la lógica inconsciente que los asalta es que si como niños no pudieron o supieron revertir ese sentimiento, ahora –como adultos-, la vida les presenta una segunda oportunidad de triunfo a través del mismo escenario (o uno parecido) al que causó su sufrimiento. Sólo que en esta ocasión es con una pareja y no con un padre.

El gran problema es ¿cómo se puede ganar esta batalla si la persona original (el padre o madre que nos rechazó) ya no está presente en nuestra vida adulta como lo estaba de niños? Es éste el dilema. Y la respuesta llega de la siguiente manera: tenemos que transformar a la pareja en nuestra madre o nuestro padre simbólico.

Más aún, en la búsqueda de este padre simbólico, la persona ve disparada su necesidad de reconstruir el rechazo original en la relación, porque a fin de cuentas, si no hay rechazo no existe una batalla que librar y no hay posibilidad de triunfar sobre ese sentimiento que le sigue haciendo miserable la vida.

Por eso estas personas buscan patrones de pareja que les detone el rechazo. ¿Has oído a alguien (tal vez tú mismo lo has hecho) decir: “No entiendo porque siempre me tocan parejas así”? Por esta necesidad de volver a vivir el rechazo que te da una nueva oportunidad de triunfar sobre él.

El inicio de una obsesión

Entiendo que tal vez te sea difícil digerir lo anterior, particularmente creo que puede resultar complicado que alguien pueda aceptar que su pareja se vuelva su “padre”. Creo que ello se debe –en gran medida-, a que al escuchar esto casi de inmediato se piensa en la connotación sexual. “¿De qué hablas? ¡Yo no me quiero acostar con mi padre!”, puede ser tu pensamiento. Sin embargo déjame aclararte que la idea subyacente está lejos de ello, porque estos padres simbólicos no son sustitutos sexuales, sino emocionales.

También puede ocurrir que sostengas que esto no es así en tu caso porque tu pareja se comporta o posee una personalidad muy diferente a la de tu padre rechazador, pero ésta es una confusión muy recurrente. Por lo regular y si pones atención, vas a notar similitudes entre ambas. Puede ser que no se expresen exactamente igual pero la base es la misma.

Por ejemplo, tal vez tu padre te ignoraba porque tenía otra familia e hijos y entonces te buscaste una pareja extremadamente fiel con quien no ocurriera esto, pero que se la pasa trabajando todo el día y al llegar a casa solamente quiere dormir e ignora toda petición de convivencia de tu parte. ¿Te das cuenta? La base es la misma –el rechazo-, aunque su expresión sea distinta.

También es muy importante que sepas que en la creación de un padre simbólico no importan realmente ni el género ni las semejanzas físicas. Es decir, las cualidades externas no son tan importantes como las de comportamiento. Un hombre que de niño sufrió rechazo de parte de su padre adicto puede perfectamente elegir a una mujer alcohólica como esposa  y así volverla un sustituto de éste. Hay ocasiones en que incluso una pareja puede ser la representación de ambos padres.

Pero, como dijimos, el verdadero peligro de todo esto es que la creación de este padre simbólico termina provocando una actitud obsesiva de tu parte: la lucha perdida por vencer ese rechazo. Entonces te esfuerzas constante e infructuosamente por cambiar a tu pareja, o que ésta finalmente aprecie lo que vales, lo que haces por ella, lo que sacrificas por la relación o lo que inviertes en su bienestar. Y al no lograr esto, te apegas y sufres creyendo que amas a esa persona. En realidad no amas, sino que permaneces enganchado a un viejo patrón conocido y, aunque este patrón haya sido nocivo para ti, fue lo único que aprendiste a relacionar con cariño, aceptación y valoración.

¿Estás creando un padre simbólico?

Ahora de seguro te preguntas: ¿cómo saber si estoy creando un padre simbólico de mi pareja?

Bueno, hay varias señales que te pueden decir si está ocurriendo algo así en tu vida. Una de ellas es cuando empezamos a cruzar la sutil línea que divide la forma de relación con una pareja y con un padre; por ejemplo, cuando exigimos que nuestro compañero cumpla hacia nosotros cuestiones que no le corresponden.

De repente nos vemos montando el caballo que nos lleva a la creencia de que el otro tiene obligación con nosotros (tal como un padre la tiene) y olvidamos que las relaciones de pareja se tratan de ejercer elecciones y lo que hacemos por el otro es porque, en esencia, decidimos y deseamos hacer. Cuando la pareja nos hace la exigencia de esas “obligaciones” nos está viendo como un padre obligado.

Junto a esto aparece una actitud que impide ver las auténticas cualidades del otro como pareja, y que son demeritadas porque no cumple las características como padre; un ejemplo de ello es que pensemos que nuestra pareja no es buen compañero porque no nos provee de la cuestión económica como esperamos (desde luego que hay cuestiones básicas en ello que tienen que ser cubiertas), y no tomamos en cuenta sus otras características positivas como su bondad, empatía, amor o generosidad.

Una última es –paradójicamente-, que algunas veces aunque se busque lo contrario, es decir, una pareja alejada del modelo parental, se termina cayendo en el extremo opuesto, lo que resulta igual de dañino; de esta forma, un hombre que tuvo una madre sobreprotectora y que no le permitió el crecimiento personal y natural, se busque, por el miedo a repetir lo mismo que lo lastimó con mamá, a una mujer fría y distante que igualmente terminará haciéndole daño.

Finalmente, el asunto –desde mi punto de vista-, de tener un padre simbólico como pareja, no es si hay algo de “malo” o “bueno” en ello, sino si se trata de algo funcional o no para los involucrados; me refiero a que todos tenemos de vez en cuando actitudes paternas o comportamientos de hijos mimados con nuestras parejas, es parte de la dinámica amorosa, pero una cosa es “parte de” y otra que así se establezca la relación. Entonces es cuestión de alcanzar un equilibrio entre lo que busco y lo que obtengo.

Vicente Herrera-Gayosso
Psicólogo, video blogger, orador motivacional y autor mexicano.