Mindfulness: Cómo comenzar el día con los 5 sentidos

Hace algún tiempo en una entrevista en mi clínica para seleccionar a una psicóloga para nuestro servicio de Terapia online, en su curriculum constaba “Especialista en Terapias de Tercera Generación Mindfulness” y pregunté qué era “eso”, me comentó que eran las terapias más novedosas, lo último en psicología, “la creme de la creme”…

Ante su respuesta seguí indagando y después me dí cuenta que “eso” que me estaban contando como novedoso yo ya lo había oído, y practicado personalmente hacía mucho pero que mucho tiempo y que además era una de mis prácticas más habituales en mi tarea clínica … os cuento:

Cuando yo tenía seis o siete años, tenía la suerte de pasar algunas temporadas en el pueblo con mi abuelo Santos, todas las mañanas cuando me levantaba observaba cómo se hacía su café or´gánico le echaba su pan duro y se sentaba en los escalones del patio (si hacía mucho frío abría la portezuela de arriba y se apoyaba en el canto de la puerta), allí sentado durante unos minutos se tomaba su café mientras miraba con sus pequeños ojos azules al cielo, al suelo, respiraba profundamente, saboreaba su café y abrazaba su taza calentita…

Yo me solía sentar a su lado y desayunaba con él en silencio, pues como buen burgalés era de pocas palabras y además algo me decía en ese momento que las palabras estaban de más…

Yo no sabía muy bien qué hacía mi abuelo, pero notaba que algo sucedía en él mientras se tomaba ese café con pan duro, y un día le pregunte:

– ¿Qué haces abuelo?…

Él no me contestó, siguió respirando profundamente, mirando al cielo, al suelo, a la higuera del patio …y cuando se acabó su café me dijo:

-“Estoy dando los buenos días”, se levantó y se fue.

A partir de ese momento todos los días nos sentábamos juntos a dar los buenos días, y un día que nunca olvidaré, me miró, sonrió y me dijo lo siguiente:

  • Miro el cielo y veo si hay nubes, está azul, blanquecino… observo con mis ojos cómo es…
  • Compruebo su olor, pues los días huelen diferentes… a agua, a hojas secas, flores, humo…
  • Siento el calor de la taza en mis manos, la brisa en la cara, el sol en mi cuerpo…
  • Saboreo el café y el pan en mi boca, me concentro en su calor…
  • Lo escucho… Y esa es mi manera de dar los buenos días a este día que comienza.
  • Y por último noto cómo me siento yo por dentro.

Se levantó y se fue.

Desde ese día disfruto de esa sencilla enseñanza que enriquece mi vida, aportándome calma y conciencia a mi persona, uniéndome además a lo que me rodea.

Durante años de profesión he trasmitido este mismo ejercicio a mis pacientes y ellos me han contado de su eficacia, del placer que es comenzar el día concentrándose en los cinco sentidos y de cómo dedicar unos minutos a dar “Los buenos días” te hace comenzar el día con otras emociones.

Y este fue uno de los grandes legados de mi abuelo… mi abuelo Santos me enseñó a atender con conciencia plena, estando con presencia atenta y reflexiva a lo que sucede en el momento actual… sin valorar lo que se siente y, por lo que he leído, y ahora sé, esto es la esencia del mindfulness…, una de las terapias de tercera generación consideradas como más importantes, pero yo no lo aprendí en un curso, un master o en la Universidad, me lo enseñó mi abuelo hace más de cuarenta años en el patio de su casa del pueblo, junto a la higuera, dando “Los buenos días”.

Y por cierto, si le preguntaran a BUDA seguro que también tendría mucho que decir…

Ángela Bartolomé García
Licenciada en Psicología, Directora del Centro ALBA PSICOLOGOS.