5 formas de aumentar tu autoestima

El título del artículo hace referencia a una palabra de la que se habla continuamente y que en terapia es uno de los mayores autodiagnósticos, ya que las personas vienen a consulta y me afirman “Yo creo que me quiero poco”. ¿Qué palabra es? Autoestima.

La autoestima es definida como la valoración que las personas hacemos de nosotras mismas y será alta si la persona está contenta con sus aptitudes, su manera de relacionarse con los demás y si tiene una visión saludable de sí misma. Una buena forma de saber qué nivel de autoestima tienes es ponerte delante de un espejo y ver qué te dices a ti misma: si te insultas, si te dices piropos o si reconoces que tienes cosas buenas y malas como todo el mundo pero que globalmente lo que miras te gusta.

En el caso de las personas con baja autoestima se darán una serie de características como son atribuirse características negativas, calificarse continuamente de una manera negativa y, por supuesto, no dar ningún tipo de validez a los aspectos positivos de sí mismo. Si os dais cuenta, las personas con este tipo de autoestima nunca o casi nunca conseguirán sentir que poseen una validez y, además, siempre perderán la batalla con las personas que las rodean.

¿Qué ejercicios se pueden hacer para intentar aumentar tu autoestima?

A partir de aquí este va a ser mi objetivo principal, mostraros qué podéis hacer para mejorar vuestra autoestima, aunque tenéis que saber que todo va poco a poco y que querernos a nosotros mismos es una labor diaria, no se consigue de la nada.

1. Adecúate a la realidad

Normalmente, las personas con autoestima baja suele evaluar los defectos propios (los de los demás casi no existen) de manera magnificada y es que nos olvidamos de que el lenguaje ocupa un lugar fundamental en la autoestima. Por esta razón la forma correcta para conseguir tener una sana autoestima es hablarnos sin exageraciones ni magnificaciones.

En vez de decirnos “Menudo examen más malo he hecho, no sirvo para nada” será genial que pudiéramos llegar a decirnos “Vale, este no ha sido el mejor de mis exámenes pero en la mayoría tengo buenas notas” o “Estoy gorda como una cerda y jamás nadie me va a querer” cambiarlo por “Es verdad que tengo tripa pero eso no me hace ser asquerosa y no significa que nadie me pueda querer. De hecho si alguien solo me quisiera por mi cuerpo no merecería la pena”.

2. Acepta tus errores

Todos/as cometemos errores. Sin parar. Nadie es perfecto, porque la perfección es algo más abstracto que la amistad o el bienestar y quien nos diga que tenemos que llegar a serlo tiene mucho que aprender.

Los errores son algo natural y maravilloso de la vida, porque es la principal herramienta que tenemos para aprender. Aprendemos a andar cayéndonos, aprendemos a cocinar haciendo muchas lentejas quemadas, aprendemos a bailar tropezándonos varias veces y, para finalizar, aprendemos a amar teniendo varias parejas.

Puede que haya personas que muchas de las cosas que hacen les salgan a la primera, pero no es lo habitual y, en un futuro, cuando cometan un error, tendrán dificultades para aceptarlo, porque hasta ahora no creían haberlo tenido. Para saber que quieres hacer algo de otra manera antes tienes que hacerlo de modo erróneo, así que aprovecha esa oportunidad que no es negativa. Es aprendizaje.

3. Combate a tu enanito gruñón

Llevamos dentro un enanito que siempre está atacándonos y juzgándonos que al final representa todos los aprendizajes negativos que hemos adquirido a lo largo de la vida, pero que se pueden modificar si nosotros queremos.

El enanito puede acusarte de no tener el reconocimiento de otras personas a través de frases como “Ves, bostezan porque tu charla es un aburrimiento”, “X está enfadado porque he hecho algo mal” o “Si no me llaman es porque creen que no soy suficientemente bueno”. Con estos pensamientos estás cometiendo una distorsión cognitiva llamada Adivinación del pensamiento.

Esta forma de pensar es muy negativa y tenemos que trabajar para eliminarla de nuestra vida y asumir que en la vida gustarás a unos y a otros no, pero que al final eso no te tiene que importar porque lo más importante es gustarse a sí mismo.

Otras veces nuestro enanito se mete con nuestra capacidad personal y lo hace diciéndonos frases como “Soy un desastre”, “No sirvo para nada” o “Nunca conseguiré lo que me propongo”.

Es verdad, muchas veces no conseguimos nuestros objetivos, pero eso no significa que no valgamos. De hecho, si nos fijamos en algunos ejemplos la mayoría de empresarios famosos han “fracasado” con una primera empresa para después crear su imperio. ¿Qué diferencia hay? Ellos vivieron su “fracaso” como una oportunidad de aprender y es lo que sería adecuado que se hiciera en vez de dañarnos a nosotros mismos.

Al enanito gruñón le encanta el arrepentimiento y la culpabilidad y siempre nos está hablando de eso. “No deberías haber hablado así”, “No deberías haber mandado ese e-mail” o “No deberías disfrutado de esa tarde de amigas porque ahora no tienes tiempo para estudiar”.

La realidad es que esto no sirve de nada y es mejor que no se den vueltas a las cosas. Debes pararte y preguntarte cómo vas a actuar en el futuro en caso de que vuelva a repetirse la mima situación.

Este personaje del que hablamos es un apasionado de las frases más horribles y es que “Ya no puedo más”, “La vida es una mierda”, “Si es que nunca conseguiré nada” son sus afirmaciones más amadas. Discútele estas frases porque en realidad estas frases descienden de una distorsión cognitiva que se llama visión catastrofista.

El no poder más o no depende de ti y, aunque muchas veces tenemos pequeñas piedras en el camino, si nos queremos a nosotros mismos tendremos fuerza para agacharnos y retirarlas.

4. Enfréntate a lo que te asusta

Lo horribles que consideramos nuestras características negativas, supuestos errores y defectos, suele hacer que las evitemos y así pasen a ser todavía más horribles “Soy tan fea que no me puedo mirar al espejo”.

Para ir dejando de considerarnos horribles y sentir que no tenemos cabida en este planeta lo mejor es exponernos a esas cosas que tan horribles nos parecen. Ponte delante del espejo, mírate y repítete constantemente, por ejemplo en el caso de que tengas granos: “Vale, mi cara tiene granos y no es agradable tenerlos, pero sé que eso no hace que no tenga derecho a existir e igual que tengo estos granos aquí luego tengo unas piernas maravillosas”.

5. Háblate como te hablaría tu mejor amigo o como tú hablarías a tu mejor amigo

Muchas veces nos hablamos como nuestro peor enemigo y no paramos de decirnos todas las cualidades negativas que tenemos sin dejar espacio a alguna positiva. El hablarse bien ha estado muy castigado socialmente (cuantas veces habéis oído a alguien llamar egocéntrica o engreída a otra persona por decirse a sí misma un piropo) y, además, porque tendemos a considerar positivas cualidades fuera de lo común, que no tenga todo el mundo.

La psicología dice todo lo contrario y es que animarnos a nosotros mismos, decirnos lo que valemos y mandarnos mensajes positivos es una fórmula eficaz para protegernos contra los pensamientos y emociones negativas.

Escríbete una carta hablándote como tu mejor amigo lo haría y reléela antes de darle el visto bueno, ya que en ella se seguirán colando las frases del enanito gruñón. Cuando puedas decir que sí, que esto sería lo que un amigo te diría ponla en la nevera y mírala cada vez que decaigas y consideres que no puedes seguir así.

Blanca de Lamo
Psicóloga, Sexóloga y Terapeuta de Pareja