Soy terapeuta… y también paciente

Cuando ingresé a la facultad de psicología hace ya algunos años me imaginaba sentada en mi consultorio escuchando a alguna persona hablar y yo, como en las películas, sentada con una pose que proyectara mi conocimiento y seguridad respecto a lo que estaba haciendo, como esas imágenes estereotipadas que nos encontramos al escribir en algún buscador en la red “psicólogo” o “Freud”. Tiempo más tarde, hoy sentada escribiendo este ensayo, hago un recorrido sobre lo que he estudiado y lo que he aprendido, lo cual aclaro, no es lo mismo, para intentar comprender el papel que tiene el terapeuta y tener presente que éste también juega el rol de paciente por su cuenta.

Inicié en el mundo de la terapia hace algún tiempo, como paciente y como terapeuta. No pretendo usar las palabras con las cuales las personas tienden a describir su profesión “estupenda”, “increíble”, “maravillosa”, y no porque no crea que sea así, pero creo que en este momento de mi vida la mejor palabra que define al mundo en el que estoy entrando es esta: raro.

Ahora explico por qué. Estudiar psicología hizo que fuera objeto de comentarios como “ya me vas a analizar”, pero de todas las frases que pude escuchar, algunas ofensivas, otras chistosas y otras simples, la que me hacía más figura era “y eso que eres psicóloga..”. Recuerdo que al principio me irritaba un poco (bastante) escucharla, hacía que respondiera con una pregunta para refutar ese comentario sin sentido. ¿Qué creían? ¿Por ser psicóloga no siento y no vivo los demás procesos emocionales que vive cualquier ser humano? O por ser psicóloga ¿tenía que controlarme, no opinar o dar mi mejor sonrisa cuando por dentro hubiese querido gritar?

Pero ahora que lo estoy viviendo, entiendo por qué decían eso, porque no ven que el psicólogo vive lo mismo que ellos. He dado terapia a algunos pacientes y puedo afirmar que también me siento un paciente con mi paciente. Y ahora que escribo esto, sé que lo soy, soy un paciente que trabaja con otro paciente, porque trabajo desde la Gestalt y así es como concibo este enfoque, no soy más que él, mucho menos tengo menos problemas que él, trabajamos y creamos juntos, usando nuestros propios recursos.

El terapeuta entonces está expuesto a escuchar varias historias, a ver, a sentir, a vivir lo mismo que su paciente mientras lo acompaña. Me parece que más allá de ser psicólogos, somos personas, con nuestros fantasmas, pasado, miedos y frustraciones, los cuales estarán presentes inevitablemente en la sesión terapéutica. Hace unos días leía en internet un artículo relacionado con esto, en donde el autor invitaba a reflexionar sobre la manera en que los psicólogos nos percibimos, y también cómo lo hacen los otros. Justo mencionaba que muchas de las creencias que se tienen sobre la profesión es que nos ven como seres a los que no les pasa nada o que no nos debería de pasar, pues al fin y al cabo “somos psicólogos ¿no?”. Pero en realidad somos personas que vivimos, con todo lo que implica esto, que se verá reflejado en la manera en que nos relacionamos con el mundo; el consultorio, el paciente y la sesión terapéutica son parte también del mundo.

Desde el enfoque de la terapia Gestalt, el proceso terapéutico que se lleva implica la presencia activa del terapeuta, el cual no atiende, no escucha, no ayuda. El trabajo del terapeuta es acompañar. La terapia Gestalt tiene un sentido dialogal, como Martin Buber propuso la relación yo – tú. Partiendo de esto, el vínculo entre paciente y terapeuta se fortalece, se encuentran en una situación de contacto en la que ambos crean en relación. Por lo tanto, nosotros terapeutas también existimos en la sesión, y traemos todo un bagaje de vivencias, emociones, pensamientos y sentimientos que impactarán en lo que estemos construyendo con el paciente.

Dicho lo anterior, me gustaría enfocarme en las implicaciones emocionales que surgen en el terapeuta dentro de la terapia y me interesa porque en medida que el terapeuta trabaje consigo mismo podrá hacerlo con el otro.

Recuerdo a un paciente que presentaba un tema en relación a su padre. Decidí no profundizar en ese campo, tuve miedo. Mientras la escuchaba visualizaba a mi padre, a mí y a nuestra situación. Y pude entenderla. No porque estuviera en confluencia con ella, creo más bien porque puse su vivencia en la mía y pude comprender su dolor y su enojo, desde mi propio dolor y enojo.

En esto último enfatiza la terapia Gestalt desde el trabajo de frontera, la presencia activa del terapeuta, ya que nosotros somos nuestra principal herramienta es importante, y necesario, estar familiarizados con nuestros sentimientos, nuestros fantasmas y con todo lo que hemos ido agregando a nuestra maleta de viaje.

Me hubiera gustado saber qué pudo pasar si le hubiera compartido mi sentir y juntas trabajar en eso que se había formado entre nosotras, quizá hubiera sido muy interesante, sin embargo pienso también hasta qué punto es válido compartir con el paciente y creo que aquí sería importante reflexionar hasta dónde llega lo terapéutico y hasta donde entras en una charla de café con una amiga y no con mi paciente.

Muchos terapeutas afirman que podemos compartir con el paciente lo nuestro siempre y cuando esto nos lleve a algo, he ahí lo terapéutico, si no ya estaría poniendo mi atención en mí, en lo que me pasa, descuidando a mi paciente, y claro que ésta es una relación dialogal, claro que se busca la horizontalidad, pero en el momento de la sesión, el proceso es el de mi paciente y no el mío.

Diría que la línea es muy delgada, tal vez casi imperceptible, o tal vez se pueda distinguir más con la experiencia. Hasta donde poner mi parte “Citlalli mujer” estando en la sesión y mi paciente en frente necesitando mi parte “Citlalli terapeuta”, creo que ambas no van separadas, mi parte Citlalli vida real está con mi parte terapeuta. De acuerdo a lo anterior, partiendo que el paradigma de campo se basa en la relación y en lo que construimos en relación mi paciente y yo, es muy importante que se trabaje con ambas partes juntas.

El trabajo de frontera parte de la fenomenología existencial de Heidegger (ser-en-el-mundo), desde la cual el impacto que tiene el paciente en mí, le va a ser útil al paciente, es decir al compartir lo que hace nacer en mí su vivencia lo ayudo a que juntos construyamos algo, ya que ese justamente es el tema del paciente, lo que se va construyendo en la relación. Sin embargo, no hay que olvidar que como terapeuta represento el entorno del paciente, por lo tanto al hacer nuestras revelaciones debemos estar conscientes de esto.

Más allá de ser psicólogos, terapeutas, somos personas, humanos, que también sufrimos, que también reímos, vivimos y que sin duda, no lo sabemos todo. Que no nos invada el ego, que no olvidemos nuestra parte vida real, porque esa parte es nuestra principal herramienta para trabajar con el otro, para aterrizar a un suelo en el que ambos dibujaremos un camino.

Psicocode
Portal web especializado en Psicología y Desarrollo Personal.